“Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes” (Gálatas 4:19). 

Aquí Pablo dice que sufre dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ellos. Tuvo dolores de parto por ellos como pecadores (esto representa la idea de una mujer que está a punto de parir, con dolor, gemidos y agonía) para que nacieran en el Reino de Dios. Luego sufren dolores de parto por ellos como cristianos para que puedan llegar a madurar, para que puedan crecer y no sean más bebés espirituales.

Hay una semejanza entre el crecimiento espiritual y el físico. Nadie nace como un humano totalmente desarrollado. En lo natural, las personas nacen como bebés y crecen. En lo espiritual sucede lo mismo; nadie nace como un cristiano maduro. Se nace como bebé y luego se crece espiritualmente.

La Biblia dice: “Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación” (1 Pedro 2:2). Mientras las personas son bebés espirituales alguien tiene que guiarlos, alimentarlos y cuidarlos.

Aquí es donde la oración entra. Los creyentes mayores necesitan sostener a los recién nacidos en oración mientras aprenden a caminar. Necesitamos aprender a escuchar al Espíritu de Dios y a orar como Él nos dirija.