Seguir a Dios

Mar 27, 2023Blog

“Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo”. (Salmos 27:4).

Esta palabra, “contemplar”, significa fijar la mirada. Cuando contemplamos la santidad de Dios, su hermosura nos cautiva, y la belleza de este mundo comienza a desvanecerse. Algo mucho más grande capta nuestros afectos. Al contemplar su belleza, nos sentimos atraídos cada vez más cerca de Él. Su santidad no hace que nos apartemos avergonzados; al contrario, cautiva nuestros corazones y trasciende nuestras mentes, de modo que nuestra única respuesta es acercarnos más y más a esa belleza.


Es al contemplar la hermosura de su santidad que nuestro apetito por su presencia aumenta, y nuestros antiguos apetitos por las cosas de este mundo se desvanecen. Es por medio de este corazón cautivo que somos hechos santos, cuando estamos atraidos por su santidad y buscamos acercarnos aún más a su belleza. Somos hechos santos, no por nuestras obras y nuestro sacrificio, sino en la medida que los anhelos de nuestro corazón son cautivados, y todo lo que realmente ansiamos es Él.


Oración intercesora
“Señor, atrae mi corazón con la belleza de tu santidad. Permite que mi corazón contemple la verdadera belleza. Anhelo que mi mirada esté fija en ti; consagro mis ojos a ti; llénalos con el ansia de ti. Que mi vida se caracterice por la pasión de verte. Pasaré mi vida buscándote solo a ti. No hay nadie que se compare contigo.”

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